'La ermita': la nueva película de la directora de 'Cerdita' brilla con luz propia en las escenas de terror pero su vertiente de cine de tarde acaba por poseerla

'La ermita': la nueva película de la directora de 'Cerdita' brilla con luz propia en las escenas de terror pero su vertiente de cine de tarde acaba por poseerla

Belén Rueda se junta con Carlota Pereda en una película a la que le falta un poquito menos de azúcar y algo más de personalidad

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La Ermita

Que Carlota Pereda haya acabado convirtiéndose en una importante directora de cine de género en España es algo que no tenía por qué haber ocurrido. Al fin y al cabo aprendió entre los sets de 'El secreto de Puente Viejo', 'Acacias 38' o 'Lalola' y podría haberse conformado con una carrera sólida como directora televisiva. Pero la cabra tira al monte, y después de ganar el Goya a mejor cortometraje por un slasher rural tan fabuloso e inédito en nuestro país como 'Cerdita' estaba claro que Puente Viejo se le quedaba corto.

Retorno al pueblo

Ahora Pereda presenta su nueva película, que eleva el nivel de la producción con una incombustible Belén Rueda al frente del reparto. Ojo: disfruté mucho del sucio saja-raja de 'Cerdita' entre chorizos, piscinas, bullying y venganzas repleta de hemoglobina, pero esta segunda película se nota más estilizada y madura, redoblando los esfuerzos por sorprender al espectador y hacer un cine de terror más adulto.

Y cuando 'La ermita' redobla sus esfuerzos en el terror folk vasco triunfa por todo lo alto: los monstruos tienen un diseño único e increíble, y sus efectos visuales son tan poderosos que casi puede olerse la putrefacción de los médicos de la peste dejando caer gusanos en el hombro de la niña protagonista. Hacía mucho tiempo que no veíamos algo tan estilizadamente grotesco en el cine de género patrio, y los fans van a disfrutar de lo lindo con estos espíritus venidos del siglo XVII dispuestos a proteger su historia.

La Ermita

Sin embargo, el gran palo en las ruedas de 'La ermita' se lo pone ella misma al pretender ir más allá de la historia sobrenatural y convertir toda la película en una metáfora de la pérdida, la muerte, el trauma y el dolor de los que quedan detrás. La película insiste de manera muy poco sutil, con excesiva brocha gorda, en las escenas donde la niña debe afrontar la próxima muerte de su madre, convirtiéndola por momentos más en un telefilm dramático de cine de tarde sin nada nuevo que aportar.

Peli de terror de tarde

A 'La ermita' le falta justo aquello con lo que se desbordaba 'Cerdita': ganas de jugar con el género y con ella misma. Y es una pequeña traición, porque sí comienza por todo lo alto, con una primera escena que vacila al espectador de forma magistral. Pero, a partir de ahí, no es capaz de encontrar su rumbo ni su tono, brillando en cada escena paranormal pero sin conseguir rematar más allá del piloto automático con el drama excesivo, casi telenovelesco, de una protagonista infantil cuya ambición se repite una y otra vez con constancia (y un poquito de pesadez) a lo largo del metraje.

Por suerte, tenemos el contrapunto sarcástico de Carol, el personaje de Belén Rueda, que se aleja de la mayoría de personajes que ha hecho en películas de terror ('El orfanato', 'Los ojos de Julia', 'No dormirás') y acepta un rol protector, sí, pero también hastiado, incrédulo y cansado, que se gana la animadversión de todos los que la rodean y que tiene deudas pendientes de pagar con su pasado. No puedo decir que sea apasionante, pero sí que tiene los mejores diálogos de una película que, por lo general, carece en su libreto de la chispa necesaria para convertirse en un éxito rotundo.

No quiero llamar a engaño a nadie: 'La ermita' funciona, más o menos. Es ágil, está bien cohesionada, los momentos de terror son magníficos y los dramáticos son funcionales. Pero, en lo personal, ha supuesto una pequeña decepción. Cuando un talento entra con la fuerza de Pereda en 'Cerdita' uno solo puede esperar que crezca en todos los sentidos sin perder la frescura. Y aquí indudablemente evoluciona en intenciones, fotografía y puesta en escena, pero le falta ese componente único que hizo especial a su obra anterior.

A la receta de la película le falta medir bien los ingredientes: con sutileza, mesura y contención podríamos estar hablando de una gran cinta de género, pero se le va la mano y, por momentos, se convierte en un pastiche exagerado, casi una parodia de sí misma con el corazón y el alma extraviados en el intento. El terror y el espiritismo utilizados como catalizador del trauma no es algo nuevo, desde luego, pero en este caso se limita a introducir más ingredientes en una trama algo confusa con momentos que destacan entre la rutina fílmica pero que no pueden ocultar la decepción de una cinta que no termina de encontrar su propio lugar en el mundo. Por desgracia.

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